viernes, 4 de mayo de 2007

Ahí estabas tú


Ahí estabas tú, con tu mirada afable y esa sonrisa bonachona. Sincero hasta donde solo se atreven los que no temen desnudarse de efectos y ofrecerse sencillos, por y para otros. Fuiste rebelde con esas líneas de la mano que te marcaban un destino que siempre sentiste ajeno, y que ni era tuyo, ni era destino, porque al fin, la vida uno se la va haciendo con cada paso al frente, sufriste tu vida hasta apostar por ello. Ahí estaban tus sueños, tus fracasos y tus intentos. Ahí estaba ella, en la encrucijada justa del camino para darte fuerza, aliento y el giro necesario a un presente que tenías atragantado. Fuiste leal y luchaste como sólo sabe el que abandera franqueza
y no teme ir contracorriente.
Habló por tu voz el obrero, el hombre de a pie, de calle, el pueblo. Habló por tu voz el que no tenía palabras. Y te generaste enemistades y desprecios. No entendieron que la belleza puede estar en todas partes, que tus palabras eran palabras urgentes, y que la métrica no era el fin, porque el destino estaba siempre en el hombre.
Por él, para él, y para mí también, te hiciste voz.
Querido Gabriel, hace tiempo que quería escribirte, pero vivo urgente, urgente de hechos, de palabras, de recuerdos y de futuro, si es que llega. Aún así, soy constante en el recuerdo, tenaz en los intentos y tozuda en la sonrisa, de la cual mis amigos dicen que es franca. Como siempre fue la tuya.
¡He empezado tantas veces en mi cabeza esta carta! Pero nunca brotaban las
palabras justas. Hoy tampoco, pero a fuerza de urgencias escribo, y no borraré puntos ni comas, acaso porque si lo hago nunca llegaré a escribirla.
Te escribo con letras sencillas y transparentes, como te gusta. No busco efecto ni reconocimientos, me basta hoy con que a ti te lleguen. Pronuncio en voz alta palabras que en ocasiones te he dicho en mis monólogos internos. Te preguntarás por qué te sentí desde el primer momento tan cercano. No lo sé, quiero decir... no podría explicarlo en tres palabras ni acotarlo en una fórmula casi matemática. Quizá fue tu eterna insatisfacción, tan difícil de ocultar como la mía, o esa sencilla humanidad que rebosaban tus letras y que se desbordaba en cada lectura intima que hacía. Será porque
siempre llegabas, porque entrabas, porque no te quedabas fuera, pintando paisajes ajenos, será porque supiste hacernos propios. Acaso porque te leía y me abrías los ojos y me ensanchabas un poco el alma. Quizá porque sabías "ser" triste y feliz de esa manera que solo saben los niños, y que perdura aunque te hagas grande, y eso sabemos entenderlo los que miramos dentro.
Eras voz,
era voz tu vida y tu palabra
y yo, irremediablemente, me enamoré.
Recogí tu humanidad
por los recodos del camino
y me supe condenada
a mantenerte vivo
en mi memoria,
dentro,
fuera,
siempre,
porque tan desnudo como tú
ando yo por la vida
jugando a recomponer pedazos
como un niño,
como un niño grande.
Si tú supieras cuantas veces
has convocado mis ilusiones, mis flaquezas...
A veces no alcanzan las palabras,
no bastan los silencios.
Si supiera pronunciarlo,
si pudiera decir:
Gabriel
alba
pueblo
entrañas...
si pudiera decirlo en voz alta
no estaría buscando muleta en estos versos
urgentes, hilvanados, apresurados, espontáneos.
Pero no tengo que buscar pretextos
no para hablarte a ti,
porque allá donde estés
yo sé que tú sabes.
MAOKE (Dedicado a GABRIEL CELAYA)

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Gabriel nació en Hernani el 18 de marzo de 1911. Hoy cumpliría noventa años.
El próximo mes habrán pasado diez desde su muerte. Pero para mi sigue vivo,
siempre he pensado que cumple años cada vez que a alguien le tiemblan sus
versos entre las manos.
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