jueves, 31 de mayo de 2007

Inconfesado amor



Cuando mi cuerpo y yo
andabamos dormidos,
acoplaste tu cuerpo
tras del mío.
Noté que me entornaba,
el alma cubierta de rocío,
y el hielo del orgullo se fundía.
Giré la cabeza leve,
lenta y calma para
encontrar tus labios.
Volví mi cuerpo todo, al punto,
para encontrar el alma de tus huesos.
Debía ser muy tarde...
o muy temprano.
Debía ser la hora cuando
vinieron a encontrarnos nuestras manos.
A cada paso, seda y jazmín,
latido de la vida amaneciente.
Más que un despertar,
aurora boreal de la ultima caída.
Noche, apenas noche. No pueden
desvelarse los misterios del capricho.
Torpe de aquel que lo intentare.
Si no vienen palabras cuando
la mente se funde con el cuerpo...y
... baila...
Sólo el silencio y el calor,
la frente perlada de sudor y
un telepático: Te quiero.
Es...
el infinito efímero de nuestro inconfesado amor.

© Josemaria G. T.

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