lunes, 28 de mayo de 2007

Todo olía a ceniza



Para la dulce voz

TODO OLÍA A CENIZA
sabor de monedas viejas.
Parapetada
tras su muro propio
cerradas compuertas,
deslices, rencores,
soledades, silencios.
Se dejó arrastrar,
inercia de tiempo
y tiempo.
Clausuró puertas,
ventanas, rendijas,
aire viciado.

Se preparó
y esperó.

Esperanza inícua.

No contaba con la voz,
voz blanca
que descalabró muros,
acompañó el mutismo,
intuyó el fracaso,
descerrajó puertas
hasta permitir
entrar
la salvación.

Aire hecho agua.

Vientos de agua
se colaron de nuevo
y de nuevo,
mirando por la ventana,
se agarró a la vida
vida pasando
como ella misma.

© Anaís

2 comentarios:

Narci dijo...

Precioso poema, no sé cómo se había escapado a mis ojos hasta ahora, casi podría servir de introducción a ese blog que estamos construyendo entre Emilio, José Javier y Lena, por eso, con tu permiso me lo llevo hasta allí.

Narci

Ana Hernández Guimerá dijo...

Gracias mi niña por tu leer y decir. Como últimamente no estoy al tanto de la casa del lago pues no me había enterado de ese blog,pero por supuesto que tienes mi permiso y es un honor para mí, todo un halago.
Este poema tiene su historia, es verdad lo que cuento en él y desafortunadamente esa voz blanca de mi queridísimo amigo Lluís, que me tendió su mano y nunca la retiró, hoy me falta ya que se fue a una estrella, la más brillante.
Besos de miel