No recuerdo si fue en la tienda o el veterinario, el caso es que me quedé prendado.
Tampoco recuerdo si lo había leído o me lo habían contado pero sabía que se comunicaban entre sí con un graznido que sonaba a "iieeeego".
Nadie esperaba que lo mirara y muy serio, le dijera "diego...
diiiieeeeggooo!".
El tucán se alborotó y me respondió escandalosamente, ante el regocizo y sonrojo de quién -tampoco lo recuerdo- me lo dió en adopción o me lo vendió.
Habían pasado más de diez años cuando el Tucán, que se había ido
convirtiendo en persona, me dijo que se iba.
Fue triste verle en la puerta, con su maleta preparada -me voy a Valencia, a trabajar en una asesoría- dijo.
© Zoref
Julio 2008
domingo, 31 de agosto de 2008
Tucán
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