lunes, 12 de marzo de 2012

JOAQUÍN SABINA - POEMAS Y FRASES


Cuerpo, corazón, deseo

El cuerpo tiene un ayer
que no se cura mañana,
nueve noches por semana
sin ganas de amanecer.
Laberintos del placer
cuando baja la persiana
del crepúsculo, Diana,
cazadora de vía estrecha,
clava su póstuma flecha,
en mi podrida manzana.
El corazón es un flan
que encoge con cada pena
y se inflama cuando suena
la flauta dulce de Pan.
Eva se va con Adán
porque el amor desenfrena
y, al calor de la verbena,
siempre aparece un muchacho
que le financia el gazpacho
después de la noche buena.
El deseo es un corcel
que la madurez embrida,
cuando el bajel de la vida
no acepta tratos con él.
No se trata de ser fiel
a la esposa malquerida
ni echar vinagre en la herida
de la loca juventud;
la pasión y la salud
pierden siempre la partida.
© JOAQUÍN SABINA


Pasó por fin, se te cruzó un buen chico
(dime su gracia si te da la gana)
y rechacé el papel de indiano rico
mecenas del divorcio de tu hermana.
La noche que perdiste el miedo al miedo
fue tan corta que dura todavía,
por más que yo, maldito José Alfredo,
te diera más de lo que no tenía.
Me costará ¿qué quieres que te diga?
ser elegante sin romper cristales
ahora que ni siquiera eres mi amiga.
No enseñan a olvidar las autoescuelas,
pero, hasta los feroces animales
lloran cuando los dejan a dos velas.
© JOAQUÍN SABINA


Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren...
© JOAQUÍN SABINA
La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de televisión.
© JOAQUÍN SABINA


De Rubén aprendí la peregrina
alquimia del diamante y la madera,
de Cernuda el olvido y la quimera,
de Vallejo los húmeros, la espina.
De Neruda la fronda y la sentina,
de Manrique verdura de las eras,
de Garcilaso la égloga tercera,
de Juan Ramón la esencia y la rutina.
De Federico el Nueva York gitano,
del pastorcico el rayo que no cesa,
de Blas el ángel fieramente humano,
de Borges el enigma en letra impresa,
de Machado la biblia del pagano,
de Espronceda la epístola a Teresa.

De Ángel González la palabra breve,
la risa generosa de cantina,
de Jaime Gil la cita clandestina,
la margarita que a volar se atreve.
De San Juan de la Cruz el vuelo leve,
de Lope una aventura en cada esquina,
de Bécquer las oscuras golondrinas,
de Campoamor la tarde cuando llueve.
De Sor Juana el amor a contrapelo,
de Gelman la orfandad y el desconsuelo,
de Violeta la décima inocente,
de Góngora lo oscuro cristalino,
de Quevedo el ardid luciferino,
de García Montero el pan urgente.
© JOAQUÍN SABINA

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