miércoles, 2 de mayo de 2007

Volantazo


Llevaba muchos días con dolor de cabeza. No podía pensar con claridad. Quizás era por eso, quizás. Ni siquiera podía hilvanar un par de frases. Todo resultaba sincopado e incierto. Parar el pensamiento, detenerlo, detenerse al borde del camino.
No. Al final, poner punto y final.
¡Jmmmm! Y ahora ¿para qué necesitaba todas aquellas imágenes que desfilaban veloces?
- Sí, lo sé, he sido una persona con suerte.
- Claro, sí, nací entre sonrisas y sábanas bordadas.
- ¡Cómo no voy a recordarlo! Jugué, todo el tiempo de mi infancia, patito feo en jardines florecidos.
- Y ¿qué me dices del después? ¿Hubo algo sin esfuerzo? ¿Por qué tanto dolor para conseguir anhelos?
- ¡Por supuesto! La vida es lucha. ¡Tópicos y más tópicos!
- Si todo es fácil no se valora ... ¡mentira!
- Y ¿ahora?
- Más dureza, todo áspero, rugoso. Ni soles, ni tonterías por el estilo. No hay nada que merezca tanto esfuerzo.
- Lo repito: el cansancio, el hartazgo me puede. ¡Ya no más angustia! Nada tiene sentido, la lógica es una sucesión de sinsentidos.
Ya se acabó, no hay pastillas suficientes o no existe el valor de tragarlas.
Pero... sí, me atrae, me seduce este golpe de volante. No hay nadie más en el coche. Sólo yo.
- ¿Llorarán? ¡Y a mi qué! Ya lo he hecho yo sobradamente, pues que lloren otros por mí. Tampoco creo que dure mucho tiempo. Total, la vida sigue. ¿No es eso lo que se dice? Pues ya está.
Me acerco, me arrimo, no hay valla protectora.
Allá abajo, muy abajo espera el descanso.
Sólo tengo que dar un golpe de volante y caeré.
No tengo miedo.
Quiero terminar. ¡No puedo más!
Volantazo y fuera. Se acabó.
Esta vez lo prometo, me lo prometo.
Esta tarde pondré punto y final.

Desde cualquier lugar en una estrella sin luz.
© Anaís
1998

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