Una vez estuvo cerca de atreverse, pero desobedeció su impulso. Desde entonces permanecía en silencio.
Aquella tarde se había sentado en la terraza de un café y como siempre nadie se había fijado en él. Ninguna pregunta. Ninguna respuesta. Así que nadie notó tampoco que sus pies habían empezado a disolverse, luego sus piernas, su cintura...
Una columna de humo se escapó cielo arriba. Una silla vacía. Una señora cansada agradeció el hueco. El camarero acudió veloz...
El mundo no cambió su curso.
Julio1999
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