Una noche
caímos sobre ellos.
Despojamos
a los peces de su mundo.
El viento escupía
sus tesoros banales.
Una sirena gritaba:
¡Los diamantes son míos!
¡Yo los vi primero!
¡Somos más fuertes!
Gritábamos los cíclopes.
El océano explotó y las aguas se abrieron.
Enloquecimos.
¡Hay que correr,
deprisa,
a las trincheras!
Todos sucumbimos menos la tortuga
que caminaba sobre nuestras cenizas
con el brillo de los diamantes en sus ojos.
© Poncio Galileo
caímos sobre ellos.
Despojamos
a los peces de su mundo.
El viento escupía
sus tesoros banales.
Una sirena gritaba:
¡Los diamantes son míos!
¡Yo los vi primero!
¡Somos más fuertes!
Gritábamos los cíclopes.
El océano explotó y las aguas se abrieron.
Enloquecimos.
¡Hay que correr,
deprisa,
a las trincheras!
Todos sucumbimos menos la tortuga
que caminaba sobre nuestras cenizas
con el brillo de los diamantes en sus ojos.
© Poncio Galileo
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