domingo, 25 de diciembre de 2011

UNA NOCHE...


Una noche
ca
ímos sobre ellos.

Despojamos
a los peces de su mundo.

                     El viento escup
ía
                     sus tesoros banales.

Una sirena gritaba:
                  
¡Los diamantes son míos!
                 
¡Yo los vi primero!

                 
¡Somos más fuertes!
Grit
ábamos los cíclopes.

El oc
éano explotó y las aguas se abrieron.

Enloquecimos.
                 
¡Hay que correr,
                  deprisa,
                  a las trincheras!

Todos sucumbimos menos la tortuga
que caminaba sobre nuestras cenizas
con el brillo de los diamantes en sus ojos.

© Poncio Galileo

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